Raliaga's Memories

Anécdotas, historias, (malos) ejemplos, referencias y chascarros.

sábado, febrero 23, 2008

Raliaga tiene Festivalmnmnmnmnm

Érase una vez un Festival de Viña del Mar. Cerca del año 1992.

Una tía de Raul, Tia Rosalba, esposa del hermano de su madre, Tio Enrique, se ganó algo así como un premio. ¿En qué consistía? Algo así como entradas para varias noches para el Festival de Viña, en palco, segunda fila, estadía en hotel y lujos varios.

Tia Rosalba tenia ... ¿Seis entradas? Perfecto para que fueran mis primos Horacio, Macarena, Tio Enrique, Tia Rosalba y... mi hermano Sebastián y yo.

¡Sí! La Tia nos invitó i wea.

Hasta aquí suena todo bien, pero como alguien dijo por ahí: "Los finales felices son historias que no han terminado aún".

Resulta que por alguna razón -no entraremos en debate acerca de si eran razonables o no, habiendo buenos argumentos a favor y en contra- mi madre no le tenía confianza a Tia Rosalba. Entonces nos negó permiso para asistir.

Hasta ahí, la historia no es tan terrible, salvo la parte en que mi hermano sí fue. Según mi madre, fue fruto de un virtual "rapto" de mi hermano por parte de mi abuela.

¿Y qué queda para mí? Un paseo a San Sebastián de Yumbel. Una fiesta ... religiosa o similar, que se realiza (a veces) en la misma fecha del Festival de Viña. Para los(as) quisquillosos, en Febrero correspondería a "San Sebastián chico".

"Vaya a San Sebastián de Yumbel con su Tia Pepa, pa que pasee" dijo mi madre.

Taimado como nunca lo había estado, miraba por la ventana del bus que nos llevaría a Yumbel con una mezcla de rabia e impotencia, y Tia Pepa para consolarme, me compró un "Crazy": "Tome mijito, le compré un heladito para que se le pase la pena".

Y me fui, comiendo el puto crazy con amargura...

200 Kms después, empezaron a sentirse los efectos.

"Tia Pepa, me duele la guata". Sí, el puto crazy estaba ¡vencido!.

Y ahi comenzó el show con el chofer del bus, al cual le hinchaba las weas a tasa fija cada 20 mns para que me dejara parar a cagar en medio de la carretera y la noche. Pero por supuesto, moría de ganas de hacer, pero no podía, como cuando uno está enfermo.

En Chillán, lloviendo, pasada la medianoche paramos en un colegio público que estaba frente a una plaza cerca del terminal de buses. Le supliqué al cuidador del colegio que me dejara ir a un baño, pero tuvo que ser en la oscuridad pues no habian luces en los baños.

Posteriormente, llegamos a Yumbel. En mi candor de infancia, esperaba que en el último de los casos, la experiencia religiosa tuviera algo de mística que consolara mi mala suerte. Caminé con fervor, una velita encendida, bajo la lluvia y unas ganas imposibles de liberar mis tripas por las calles de Yumbel, a través de las cuales caminabamos como animales arriados.

Al final del camino, esperaba ... no sé, alguna misa, su oración... alguna wea.

No. Sólo un buzón gigante dentro del gimnasio de un colegio donde depositamos un sobre con plata.

La rabia y el cansancio terminaron por abatirme en el bus...

Al mediodia siguiente, fuimos a Talcahuano. Todos comerian un delicioso pescado frito con papas fritas o arroz. Excepto yo por supuesto: "Verdad que este está enfermo... a él traígale un plato de arroz cocido".

:'(.

Cuando llegamos de regreso, la pena, rabia e impotencia sólo pudo crecer cuando Sebastián llegó a ostentar sus fotografías de su experiencia en Viña del Mar...

Paseaba a través de las fotos mirando sus momentos memorables mientras en un afán un tanto masoquista intentaba encontrarles paralelos con la experiencia que mi madre sugirió podría compensarme...

Sebastián afuera de un Hotel donde se hospedaron... en mi memoria, el frontis del colegio donde un niño de unos 9 años calmaba sus tripas en medio de la lluvia y la oscuridad...

Sebastián frente al reloj de flores, emblema de la ciudad jardín. Yo... el recuerdo de lo más emblemático de Yumbel: una enorme fila de gente en un camino de barro cercado por maderos y fervorosos.

Sebastián con estrellas de la televisión y el espectáculo, experimentando el glamour que es la esencia del Festival de Viña. Yo, con mi recuerdo de un buzón de dinero en medio del gimnasio de un colegio, que de un modo incomprensible encerraba la mística y la espiritualidad de mi viaje a San Sebastián de Yumbel. Que irónico... San Sebastián...

Me prometí a mí mismo que nunca volvería al Festival a menos que tuviera palco, y desde entonces que no paso mucho el dichoso certamen, y sólo lo veo por televisión cuando hay un humorista que valga la pena ver.

Sin embargo, algo ocurrió este año, que lo hizo distinto, y algo por lo que valió la pena mandar a la chucha la autopromesa, me refiero a ellos:



Fue la zorra. Gracias Cambojano por apañar a tan magno evento, lo pasamos la raja, les dimos dos antorchas y la gaviota, llenamos de burbujas la cara de un viejo que amaba a Miguel Bosé, dimos infinito jugo y volvimos a tiempo a casa gracias a las turbiedades de nuestro singular país. Sólo faltó el cartel gigante que dijera "Pa fuera! ()->!".

Al menos, toda esta historia sirvió para entretener los que estaban detrás de nosotros en la línea mientras esperabamos entrar, mientras le contaba a Alejandro porque el festival no es mi amigo. Del mismo modo que casi cualquier estupidez que recuerdo de mi vida.

Fin i wea.

P.S: No Amaru, éste no es "el post pal pico".
P.P.S: Una chela pal que adivine de donde bajé la foto. Una pista: de la página de unos weones que les gusta censurar.